Llueve. Mucho. A ratos.
A mi no me gusta que llueva. Me evoca tristeza. Puede que sea por su semejanza con las lágrimas, o con el sudor tras un gran esfuerzo. Sé que es bueno, suben los embalses, se riegan los campos... Pero a mi no me gusta que llueva. Quizás porque se me entumecen los pies y se me empapa el camal de los pantalones. Hay gente a la que le relaja el sonido que producen las gotas al caer. A mi también. Pero a mi no me gusta que llueva. A lo mejor porque te obliga a quedarte encerrado, y eso me agobia. A otros en cambio, les gusta quedarse en casa con una manta, y contemplar por un cristal este fenómeno de la naturaleza. Pero a mi no me gusta que llueva. Se empañan los cristales. Me consuela pensar, que por muy nublado que esté, por muy fuerte que sea la tormenta, el sol está esperando para salir a brillar.
Gotas que empapan el cristal, lluvia que lo empaña.
Pequeña Adolf
A mí los días lluviosos también me entristecen, pero el sonido del agua es, según dicen, muy inspirador. Me ha gustado mucho la fotografía.
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